El palacio de los Olvidados
En un lugar muy cercano, un lugar donde la vida empieza justo en el momento que llega la muerte, El sol alumbra de noche y la luna espera sentada a que el sol se acueste.
En ese lugar la gente camina tranquila, despacio y notando sus pasos, el tiempo no existe, el único tiempo visible es que siempre está nevando.
Los relojes no son relojes, son esferas con números y agujas troqueladas a mano, artilugios de madera, preciosos cuando están parados.
Nieva, nieva y sigue nevando, los copos vuelan y los más atrevidos se deslizan por la comisura de tus labios.
En ese lugar construyeron un puente sólo para observarlo, allí saben que observar es un placer, unos de esos placeres que en otros lugares están olvidando.
Canela, pimienta y clavos, olores de antaño, cierras los ojos y apareces en casa de la abuela, te sientas en la mecedora y observas sus manos.
Allí está ella sonriendo, con el cazo entre las manos, con esa calma que te regala el reloj cuando sabes que está parado.
Canela, pimienta y clavos, cuántos Palacios hay por el mundo, cuántos Palacios Olvidados.