Medallón de la felicidad

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El medallón de la felicidad

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En un lugar muy cercano, entre un viejo alcornoque y un jazmín, montó su campamento Tencú, el viajero. Recorría el mundo con una bicicleta de madera que le fabricó su abuelo y un abrigo tejido con lana de ovejas negras.

Viajaba buscando atardeceres, buscando rincones donde la luz se introduce por los ojos y sale por los dedillos de los pies, viajaba sin rumbo y con destino.

En una de sus paradas, en una ciudad de nombre impronunciable, un pregonero alzó la voz por encima del bullicio…

Se sabe de la presencia de un tesoro muy valioso: entre sus riquezas se encuentra el Medallón de la felicidad, para encontrarlo hay que guiarse por las apariencias, quien lo encuentre sera feliz para siempre.

Aquellas palabras se quedaron grabadas, Tencú puso rumbo a encontrar la Felicidad. Con hojas de bambú se fabricó un macuto donde metió una brújula que señalaba al Sur y una lupa que convertía en minúsculo todo lo que atravesaba su cristal.

Comenzó a pasear por aquella ciudad, fijándose en todos los detalles, observando las manos de los ancianos, los ojos de los niños, se dejaba llevar por el movimiento a contratiempo de las Zíngaras y los sonidos chirriantes de violines desafinados. Se introdujo en un antiguo mercado donde se vendían todo tipo de cosas artesanales y su mirada lo llevó hacia una anciana que cosía mientras su hija pintaba las telas con las manos. De repente, entre la multitud, apareció ella: ojos oscuros, pelo largo y piel morena. Él la miró, ella sonrojada intentaba disimular. El clavaba sus ojos negros en su mirada de niña y ella le correspondió con una sonrisa, entablaron una conversación de tiempo incalculable…

-Me llamo Tencú, viajaba sin rumbo hasta que te he encontrado, tu belleza me ha paralizado.

-Mi nombre es Kenda, ¿Que le trae a usted por este lugar?

-Estoy buscando el Medallón de la felicidad, el ruido de los violines me ha traído frente a ti, al ver tu presencia, como decirlo… ¡Me encantaría que vinieras conmigo!

– Nunca he salido de aquí, nunca he viajado, nací en este lugar, no sé si estoy preparada para emprender rumbo hacia la felicidad.

-Yo te protegeré, encontraremos el tesoro juntos, te llevaré a lugares preciosos. Tendrás todo lo que quieras, mira este abrigo, es de lana auténtica, ¡nunca pasaremos frío!

-Te acompañaré, quiero que me saques de aquí, quiero ser libre, ¿Conseguirás hacerme feliz?

-Sí, haré todo lo posible y lo imposible, viviré por ti y para ti si es necesario.

Montó a Kenda en la bici de madera y se dejaron caer colina abajo. Atravesaron prados y selvas salvajes hasta llegar a la ciudad de los 7 Ojos, Capital Apariencia. El Medallón podría estar cerca, la gente de aquel lugar, prendados por la belleza de Kenda, los trataban con privilegios, les regalaban trozos de mapas, les guiaban hacia el tesoro pero ellos buscaban y buscaban por la superficie de la ciudad y no encontraban nada. Tencú presumía de acompañante y ella se alimentaba de alabanzas. Aparentemente todo era perfecto pero los años pasaban y el Medallón de la Felicidad no aparecía, tenían que buscar en otro lugar.

Muy a su pesar, salieron de esa ciudad, estaban totalmente perdidos, la brújula marcaba el sur, ellos tomaron el norte y la intuición les llevó a Ciudad Inspiración. Allí Kenda pasaba totalmente desapercibida, en ese lugar la atención la acaparaban las personas sencillas, daba igual la apariencia… No se juzgaba a las personas sin conocer lo que llevan dentro. Nadie sabía nada del medallón, la pareja de aventureros no tenía idea de dónde buscar, aparentemente allí no podía estar. Kenda no comprendía tanta indiferencia y él no comprendía a Kenda. Dejaron esa ciudad atrás y continuaron su camino.

Tencú se iba olvidando del Medallón, lo más importante para él pasó a ser complacerla. En las noches de frío el abrigo ya no lo compartían, la arropaba completamente a ella. Todos los caminos empezaron a ser cuesta arriba, siempre había que pedalear, cansados, hicieron un alto en el camino y comenzaron a conversar..

-Tencú quiero que volvamos atrás, quiero que sigamos buscando el Medallón en la ciudad de los 7 Ojos.

-Sabes que buscamos por toda la superficie de la ciudad y no encontramos nada.

-En aquel lugar me sentía más importante, no había complicaciones, no encontramos la felicidad pero encontramos un día a día, una rutina, un pasatiempo…

-Si es lo que deseas es lo que haremos, volveremos a la Capital de las Apariencias.

Se cogieron de la mano y retrocedieron en el camino, llegaron a 7 Ojos, nada había cambiado, el tiempo parecía no haber pasado por aquel lugar. Se instalaron en la ciudad, Tencú comenzó a sentirse inferior a su lado, tenía miedo de quedarse solo, agotaba sus fuerzas ignorando a los fanfarrones que jugueteaban y piropeaban a su compañera. El momento que él tanto temía llegó: Kenda le dijo que quería seguir buscando la felicidad sola, junto a él no había encontrado nada. El la miró a los ojos, la abrazó y le dijo que la quería, era el momento de que sus caminos se distanciasen.

Tencú se sentía completamente solo, su vida era ella y ya no estaba, su castillo de naipes estaba totalmente derrumbado. Salió de esa ciudad, cogió su bicicleta y volvió a caminar. Estaba triste, lloraba, las lágrimas sacaban de su interior la rabia, el dolor, tenía miedo al futuro… ¿Qué importaba ahora el Medallón? ¿Qué queda en la vida cuando lo más importante para ti desaparece?

Lo único que le quedaba era seguir caminando, seguir oliendo en cada despertar el olor de un jazmín, saber que la fuerza la llevamos cada uno en nuestro interior y todo lo que sucede en nuestro camino es para bueno, para aprender.

Levantó la cabeza, miró a su alrededor y tomó rumbo al punto de partida, la ciudad de nombre impronunciable. Nada más llegar, allí estaba el pregonero repitiendo el mismo mensaje…

Se sabe de la presencia de un tesoro muy valioso…

El pregonero seguía poniendo precio a la felicidad pero esta vez Tencú, no dio creencia a su mensaje, ignoró las palabras que le hacían soñar con riquezas escondidas, sólo escuchó el ruido de aquellos violines que, ahora, desprendían una fantástica melodía. Se sumergió en la música y comenzó a balancearse por las callejuelas, notó que lo agarraban, abrió los ojos, miró hacia abajo y se encontró con unas manos de colores. Subió la mirada y, frente a él, unos ojos cargados de vida lo observaban. Tencú impresionado preguntó…

-¿Quién eres? ¿Nos hemos visto antes?

-Yo a ti sí, no sé si tu llegaste a verme…

-No recuerdo tu cara pero me siento bien a tu lado, es como si te conociera de toda la vida.

-Soy la mujer que pintaba las telas de colores, nos vimos en el mercado. Quería hablar contigo justo cuando tú…no sé.. desapareciste.. Soñé con que algún día nos volveríamos a ver. Escuché muchas historias que hablaban de ti y quería conocerte, quería saber qué hay detrás de esos ojos negros.

-Pero.. no hay nada que conocer, yo nunca te podré hacer feliz, ya lo intenté una vez por todos los medios, luché y luché para regalar la felicidad y no lo conseguí.

-Yo no busco la felicidad, busco compartir una vida, escucharé tus palabras cuando sea necesario y, cuando no, disfrutaremos juntos del silencio. Tu abrigo no será necesario porque nos abrazaremos en las largas noches de invierno, no quiero un futuro, no quiero tesoros, quiero pasar el tiempo a tu lado.

Una lágrima cayó por la mejilla de Tencú, los pelos de su piel tomaron la palabra, se cogieron las manos y caminaron juntos hacia Ciudad Inspiración. Nada más llegar un niño que los esperaba en la entrada fue corriendo hacia ellos y les regaló un colgante con forma circular, en la parte trasera tenía grabada la siguiente frase:

Feliz, quien no me busque.

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