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La Rosa del tiempo
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En un lugar muy cercano vivía Calí el Labrador, viejo cascarrabias a quien el orgullo no le había dejado disfrutar de Candela, el gran amor de su vida. Él tenía una idea equivocada de lo que es amar, decidió un día marcharse de su hogar para vivir solo en una casa-cueva.
Su vida pasó a estar controlada por un reloj de bolsillo: a las seis y cuarenta comenzaba los días con su tragantada de aguardiente; minutos más tarde cachucho de leche empapuchado en sopas de pan y a labrar el campo; doce en punto, comía, reposo de nueve minutos y vuelta al trabajo junto a Romero, su fiel mulo. Al caer la noche Calí volvía a casa y a las once en punto dormía.
Un día cualquiera de su vida minutera, de camino a la labor, Calí encontró al lado de un antiguo molino de viento una diminuta semilla. Él conocía todas las plantas del lugar, con sólo oler las semillas sabía qué planta nacería pero esa semilla, ese olor…. era desconocido. Cogió la semilla y la guardó liada en un algodoncito junto a su reloj de bolsillo y volvió a casa.
A la mañana siguiente, al comenzar el trabajo, el viejo mulo se asustó con el ruido de unos cazadores. Calí, que araba en lo alto de Romero, cayó repentinamente al suelo, quería moverse pero su cuerpo no le respondía: el reloj que controlaba su vida se paró. En ese momento te das cuenta que la vida es un suspiro, dejamos pasar el amor por delante de nuestros ojos sin darnos cuenta, imaginas que nada puede pararte y el retemblor de la caída te deja paralizado.
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