Akira

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Akira

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En un lugar muy cercano, al lado de un templo japonés, nació un pajarito de ojos rajados y plumaje blanco. Los monjes lo bautizaron con el nombre de Akira, que significa claro y brillante. Decían del pájaro que era sagrado y si te bañaban sus lágrimas encontrarías la verdadera belleza.

Akira creció revoloteando por las montañas de Tu-luz y durmiendo en las ramas de los grandes árboles de tronco infinito. El primer día de primavera del año 2013 una pequeña princesa quedó enamorada de la apariencia del pájaro. Con gran astucia consiguió atraparlo y lo encerró en una jaula para poder disfrutar de su belleza el resto de los días.

Akira quedó sumergido en su tristeza, ahogado por sus mágicas lágrimas, pasó de comerse día tras día el cielo a desayunar impotencia dentro de una jaula. Sus minutos se hacían horas, las horas parecían meses, quedó atrapado por una princesita llamada Rutina.

Cansado de esa situación, Akira, utilizando las cuerdas de su plumaje, unió los palillos chinos que se apoyaban en su cabeza, los introdujo entre los palos de la jaula, hizo palanca con su pico afilado y los barrotes saltaron en mil y un pedazos. ¡Libre!¡Libre!….¿Y ahora, qué?

El pájaro comenzó a mover sus alas, más y más fuerte, más y más rápido, el viento rozaba sus plumas, la garganta se le quedo totalmente vacía y sus ojos estaban a punto de ebullición, estaba dando todo lo que tenía pero no conseguía emprender vuelo. Lo intentaba y lo intentaba pero ¡No sabía volar! Tantos años inmóvil en esa jaula habían pasado factura. Rutina había hecho mella en los engranajes de su cuerpo

Los pensamientos atravesaban su cabeza, estaba contrariado, hizo tres respiraciones profundas y observó su mente cual director de cine que mira atento su película. En ese preciso momento decidió cambiar el guión, tomó aire y dijo: SOY EL VIENTO. Algún día volveré a volar.

Emprendió su camino con más fuerzas que nunca, se encontró con una vieja fábrica abandonada de globos Aero-státicos. Entre todas las ruinas relucía un precioso globo inglés, blanco como la nieve, con rayas brillantes y adornos dorados. A Akira se le ocurrió la fantástica idea de unir sus grandes alas con el globo y, después de muchos días de trabajo, el injerto estaba finalizado: Akira se convirtió en un pájaro-stático.

Subió a la cima de la montaña más alta de Tu-luz, empezó a correr y correr a contra viento, se lanzó al vacío y voló, voló y voló como nunca nadie lo había hecho, disfrutando de cada segundo en el aire, derramando cada una de esas lágrimas que lo ahogaban por dentro, bañando las montañas de la belleza más pura. Akira, desde lo más alto del cielo, pudo observar como la princesita Rutina perdía por completo la cabeza, buscaba y buscaba la belleza por todos los rincones, fue directamente a la locura guiada por la apariencia.

Akira, el pajaro-stático desapareció entre las nubes para siempre y nadie lo ha vuelto a ver. Justo en el lugar de su nacimiento apareció una frase que decía:

VUELA ALTO Y TE CRECERÁN LAS ALAS

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